27 de julio de 2012
He bajado a la playa a
las 10 de la mañana. Increíblemente solo había unas cuatro personas. El aire
era fresco y limpio, el mar azul y en calma. La arena estaba húmeda por la
tormenta de anoche y solo se notaban las huellas de las gaviotas. Me he
sentido feliz en la soledad que me ofrecía la naturaleza. Un día perfecto de
verano. He dado un paseo por la orilla mientras subía lentamente la marea. Al
llegar al final de la playa, debajo del acantilado, he dejado las gafas en una roca y me he dado el primer baño de la temporada. Lamentablemente
flotaban unos trozos de pasta marrón, que me han dado mala espina, aunque los
del puesto de socorro digan que la calidad del agua es excelente. Podía ser
cualquier cosa del mar…o no. Ante la duda he salido del agua inmediatamente. Así pues, el disfrute no ha sido completo… Aún así, sigo saboreando la
sensación primera: bienestar.
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